PREVENIR Y TRATAR EL PALUDISMO, UN CAMINO QUE EMPEZAMOS A RECORRER
El pasado mes de julio Gloria se desplazó a Bolondo; Gloria es una enfermera de Madrid que ya estuvo como voluntaria en Bolondo en septiembre del 2010 y que a partir de entonces ha seguido relacionada con D2000. El objetivo de su estancia fue poner en funcionamiento el proyecto para prevenir, diagnosticar y tratar el paludismo en el ámbito del Centro de Salud, gracias a la donación realizada por la actriz Inma Cuesta.
A continuación reproducimos sus impresiones a su regreso:
Cada vez que he formado parte de un programa de cooperación me asalta la misma pregunta: ¿Servirá realmente este trabajo para mejorar la vida de estas gentes?... y entonces, vuelvo la vista atrás y recuerdo las campañas estatales de educación sanitaria en la lucha contra la transmisión del sida, en la prevención de los accidentes de tráfico, en fin, recuerdo todas aquellas actividades de protección y promoción de la salud en general… y pienso que sí, que modestamente, la educación para la salud, aunque muy a menudo lenta, casi de forma imperceptible, contribuye a mejorar la vida de una comunidad. Con esta idea como principal motivación hemos comenzado a recorrer un camino que iniciamos tímidamente en 2010 ahora más sistematizado, en el que la prevención y el tratamiento del paludismo se ha convertido en el eje central de una serie de actividades cuyo objetivo es minimizar los estragos, en este pequeño pueblo que es Bolondo, de una enfermedad endémica que se lleva anualmente a 220 personas por cada 100.000 habitantes sólo en Guinea Ecuatorial, aunque paradójicamente sólo el 16% de los niños menores de 5 años con fiebre reciban tratamiento.
Bolondo es un pueblecito costero en el que la agricultura y la pesca constituyen el principal modo de vida de sus habitantes. Aunque no se disponen de datos actualizados, la población infantil es muy elevada, así como el número de mujeres embarazadas. Estos dos grupos son los más vulnerables a la enfermedad. Los niños por la alta tasa de mortalidad en menores de 5 años, las futuras mamás por el alto riesgo de aborto y las complicaciones durante el parto; y son estos dos grupos sobre los que hemos centrado nuestros trabajo.
Afortunadamente, tras las primeras semanas de puesta en marcha, ya podemos afirmar que en el Centro de Salud de Bolondo se diagnostica y trata el paludismo de manera eficaz. El diagnóstico se consigue mediante una gota de sangre que irá a parar a un sencillo test rápido y a un portaobjetos. Mediante el test, en sólo diez minutos conseguimos el positivo o el negativo, que se confirmará posteriormente en el laboratorio que echa a andar con ayuda de los voluntarios con más experiencia en este campo, como Enrique o Geno. El tratamiento, por tanto, se instaura rápidamente, tratando de forma ambulatoria el mayor número de casos, administrando una dosis de urgencia y derivando al hospital los casos graves. De esta manera, durante las tres primeras semanas se han tratado alrededor de 30 personas, en su gran mayoría niños.
Sin embargo, es la fase de educación para la salud la que más me llena, la que más disfruto. Acudir a cada casa del poblado ofreciendo herramientas para la protección de su salud en forma de mosquiteras, consejos sobre cómo minimizar la presencia de mosquitos y lo más importante, la necesidad de no dejar pasar la fiebre en los pequeños me ha proporcionado un sinfín de sorpresas y buenos momentos. Es entonces, recorriendo los caminos de las cuatro zonas principales del pueblo, al asomarte a la intimidad de las casas cuando el trabajo cobra realimente sentido y el intercambio con las gentes se torna más enriquecedor. El paludismo es una enfermedad sobradamente conocida, por todos pasada en algún momento o varias veces a lo largo de una vida y, aunque no es considerada “una enfermedad importante”, las personas que la sufren están mucho más sensibilizadas con este problema de lo que hubiera podido pensar en un primer momento. Intercambiando conocimientos, verdades y mitos, recelos, el centro se vuelca hacia su población y va desgastando la desconfianza en la medicina occidental. Una sociedad en la que la muerte se encuentra muy presente, mano a mano con la vida, estas actividades hacen vislumbrar que, a veces, la enfermedad es sorteable mediante conductas sencillas pero muy importantes. De esta forma se va, poco a poco, tomando conciencia de otra manera de enfrentarse a la enfermedad, promocionando conductas más saludables que van quedando en los niños, aquellos más desprotegidos y también los que definirán la forma de actuar en unos años. Es en estos momentos, o cuando un niño acude sólo al centro porque tiene fiebre cuando los miedos ceden el sitio a la esperanza… la esperanza necesaria para continuar trabajando.
Gloria Millán Ruiz, enfermera. Voluntaria cooperante de Desarrollo 2000 en África
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sandra -