Blogia
Desarrollo 2000 en África

La veu d' Àfrica

Este més, la revista digital "La veu d’Àfrica", publica un artículo muy emotivo sobre la exposición de fotografia de Emilio Mateo. Un fotografo cooperante de D2000.

Gracias a Cari por sus palabras y por el interés que nos ha brindado.

Copio un fragmento, pero podeis consultar el enlace de la noticia completa aquí.

Las fotografías de Emilio Mateo son humanas. Lo son porque los rostros y las personas ocupan la mayoría de ellas. Y además, porque a través de su instantánea nos llegan rasgos, peculiaridades y valores de esos seres. Esta exposición nos permite comprender y entender muchos rasgos antropológicos de todos ellos. Hay niños y adolescentes. Los pequeños te obsequian con la mirada de unos ojos fuertes, potentes, como si se les agrandaran para empezar a captar el largo camino del mundo que tienen ante sí. Los mayores juegan a pelota. Las niñas, más recatadas, sólo se asoman a la ventana o están entregadas a las tareas domésticas. Los adultos, en cambio, carecen de esta vitalidad juvenil; permanecen estáticos y con aspecto algo abatido, como el que está sentado comiendo una naranja u otro cuya mirada denota cansancio. Las mujeres y las madres, rodeadas de bastantes niños, delatan con su mirada algo de esfuerzo para sonreír ante la cámara; sonríen sí, todas, pero acusan un cierto esfuerzo para hacerlo. Sonrisas sugerentes del peso que llevan encima o que han llevado a lo largo de su vida. Pero ninguna ha perdido su empuje, Balbina, por ejemplo. Pasean reposadamente o se dirigen a los oficios religiosos. Los hombres jóvenes trabajan, siempre están ocupados. Las dos fotografías de la playa con el manejo de la red de pescar son absolutamente magníficas. Ese dinamismo se va amortiguando en los mayores. Estos tienen miradas serias, como más cansinas. Alguno parece algo atormentado. Uno sostiene una metralleta; no actúa, permanece inactivo. Pero sus ojos denotan satisfacción, al igual que los de un policía con cara de acecho.
¡Qué diferentes los ojos de los niños! Ojos muy abiertos, redondos, grandes, que sonríen ante la cámara. Las niñas son encantadoras. Trabajan y medio juegan a la vez. Todas sonríen, aunque estén acarreando peso. Si contemplas sus rostros a través de las fotografías de Emilio Mateo te preguntas: ¿hasta qué punto acaba el juego y empieza el trabajo? Y además, tan femeninas. Se colocan bien ante la cámara, posan con aires de quedar bien. Son pequeñas coquetas. Los niños están mucho más serios; a veces sonríen, pero no hacen pose. En la foto de una escuela, una niña se olvida del profesor atraída por la cámara. El paisaje, idílico, funciona como escenario, en que el sujeto es la persona. Pesca en el mar, fragmentos de selva, pero con una hilera de mujeres caminando con cestas en la cabeza; su paso es resignado, pero van erguidas, con orgullo, con dominio. La luz dota de efectos especiales. Domina el claroscuro, como si el autor quisiera reflejar el contraste que hay en el mundo y en la vida por medio de la luz. En esas fotografías la luz también significa.

0 comentarios